jueves, 17 de noviembre de 2011

practicante no, "Practicante sí"

Finalizadas las vacaciones de invierno había que volver a los días de práctica. Todo comenzaba un miércoles para lo que el día anterior yo ya tenía  preparada la clase.Cartulinas de diversos colores, fibrones,  fotocopias de la canción “Maldición de Malinche”, y diversas actividades preparadas desde ese disparador. También el material necesario para el audio, los parlantes y el cd probado, para que todo salga más que bien y no molestar en la escuela pidiendo elementos, ya que allí el clima no parecía ser el mejor debido a que la maestra de sexto, la señorita Yolanda, estaba enfurecida por tenerme en su aula como practicante. Parecía tener una visión catastrófica hacia esta categoría impuesta con desprecio, como sinónimo de desastre, inexperiencia, artificios, nulidades.  Pero son estos, fantasmas de su mente borrosa y postergada que deambula  dentro de la Institución educativa  cual  zombi.
Y así fue como el día llegó, llevaba tantas cosas que debí tomar un remís para acercarme hasta la escuela ya que no tenía a mi disposición ese día el auto y era imposible cargar con todo en el colectivo.
Llegué al colegio temprano y me sorprendió  que  mi profesora ya estuviera allí, debido a que siempre llegaba a deshora. Ingresé, salude a la auxiliar que me abrió la puerta con una sonrisa como lo hacía siempre, me dirigí a la dirección y salude a la directora, ella fue quien me informó que mi profesora estaba esperándonos a mi compañera y a mí en sala de maestros. Pero para mayor sorpresa ella estaba irritada debido a una discusión que había tenido con la señorita Yolanda  y por supuesto que se descargó sus nervios conmigo llamándome la atención por llegar supuestamente tarde, cosa que nunca entendí, por demás está decir que ni saben como se puso al ver que Sandra todavía no había llegado, pero realmente aún era temprano y aún faltaba el ingreso de la mayoría de los alumnos.
Rápidamente me mandó al aula para que lleve el plan de clases que la maestra quería ver, yo ya se lo había enviado por mail dos días antes como me lo había indicado pero no pudo abrirlo según dijo.
Me saludó con mala cara y miró el plan con desprecio, pero a pesar de todo sostuvo que parecía estar muy bien y me auguró la mejor de mis clases.
 El momento llegó, los niños ingresaron al aula y nos saludamos con cariño y respeto a la vez, desde el inicio de la jornada me mostré tranquila y segura, por lo que pude manejar muy bien al grupo y lograr sacar una linda y fructífera clase.
Comenzamos trabajando con la diversidad cultural en América, los aborígenes, mal llamados indígenas y la llegada de los españoles a dicho territorio. Desde allí pude retomar los saberes previos e incorporar algo nuevo al contenido. El equipo de audio ya estaba preparado y enchufado, Sandra también estaba en el aula, ella era mi pareja pedagógica. La señorita Yolanda estaba sentada a un extremo del salón y la profesora hacia el otro, yo seguí adelante con la clase pero el clima vivido era horrible, no por los niños sino por los docentes que no cruzaban ni la más mínima mirada; y el aire hasta parecía cortarse con una tijera.
Y lo inesperado ocurrió, tanta mala onda afectó mi trabajo porque al tratar de escuchar la canción el equipo que hasta ayer andaba perfecto en este momento había dejado de funcionar. Yo no entendía nada, saqué y coloqué el cd más o menos ocho veces en menos de un minuto, pero lo raro era que el mismo constaba de dos canciones de las cuales una se escuchaba y la otra que era la que necesitaba no. Algunos chicos comenzaban a alborotarse para lo que pedí que por favor se tranquilicen y puedan esperar un poquito.
La maestra se arrimó a mirar y un alumno, divino, ofreció su ayuda. Y por supuesto que él fue quien me ayudo, también lo hizo Sandra comenzando con la lectura de la canción para tratar de entretener a los niños mientras solucionábamos el problema.
Pudimos hacerlo funcionar y al escucharse la canción todo volvió a ser como antes, los alumnos escuchaban con atención y muchos de ellos se sonreían por la clase de música, realmente el tema era obsoleto en relación al tipo de música que ellos escuchan y hasta con la que yo misma suelo escuchar. Pero bueno era necesario indagar un poco en esta historia y no estaba mal que esta vez escucháramos algo distinto.
Luego de oír la canción trabajamos con su letra y el significado, para lo que yo había investigado todo sobre la Malinche, Marina, amante de Hernán Cortés. Sabía mucho acerca de la historia, más de lo que necesitaba para dar la clase; pero lo había estudiado adrede porque consideró que un maestro siempre debe proponerse saber más y no conformarse con lo que enseñará al alumno quien podría sorprender con alguna pregunta inesperada, pero por eso mismo yo llevaba la suficiente preparación.
Repartí las cartulinas y los fibrones y les di a cada grupo una serie de palabras diferentes para que basados en la canción y en todo lo trabajado puedan deducir los conceptos. Entre ellas puedo recordar discriminación, multiculturalismo, Malinche, aborígenes y demás.
Me agradó dar mi clase, preparada con mucho trabajo y amor.
Pero hay algo que es cierto y vale la pena renombrar, es cierto soy la practicante, la que lleva a cada clase un bolsón repleto de mundos para dispersar en el aula (respeto, alegría, motivación, cariño, contenidos, amor, saberes, valores y más).
¿Por qué deben menospreciarme? Si en esta carrera todos alguna vez fuimos practicantes.
Esta no es mi primera oportunidad de serlo, hace casi veinte años lo fui, pero en esta ocasión hay una diferencia implícita ya que en aquél momento me habían tratado con respeto, y eso que los docentes aún no éramos profesionales como nos denominan ahora; solo éramos maestros, simplemente maestros, trabajadores sociales.
Soy la practicante, la misma que se esmeró en cada clase y que dio lo mejor de sí para sus alumnos, sin importar la ausencia y el descuido de mi profesora de cátedra  para con mi persona.
Soy la practicante a la que le han colocado una impronta general que no es cierta.
Sucede que los que opinan de ese modo no saben quién soy ni quien  fui, por lo tanto opinan, desde su ignorancia y eso me tranquiliza, más de lo que muchos piensan.
Yo llevo de esta clase lo mejor de cada niño, de cada pregunta, de cada sonrisa, de cada palabra, de cada silencio. No llevo nada de mi docente y sigo siendo aún quien siempre fui.
Notarán que este año no tuve una instructora que haya dejado en mí grandes huellas, útiles. Sin embargo me llevo mucho de mis vivencias, que son de las que se aprende día a día.
Mis prácticas fueron más que buenas, fueron excelentes porque en ellas siempre reinó mi autenticidad  y sinceridad, las mismas con las que convivo a diario. Jamás debí ponerme un disfraz de maestra y salir a actuar, yo fui maestra en mis prácticas  y lo soy cada día de mi vida.
¿Y saben un secreto?, yo puedo ser maestra, porque puedo ser una alumna más y aprender  en cada jornada sin que nadie aún sepa quien realmente fui, ni quien soy, ni quien seré …porque soy la Practicante, soy Lorena.                                                       
                                                                                                            

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