Lo vi, sí, lo vi pero no lo reconocí. Fue aquella tarde rumbo a la escuela en la que trabajaba cuando al bajar del colectivo me lo encontré, ya no era aquel joven de pelo largo y pantalones rotos que había conocido cuatro años atrás, ya no. Aquella imagen no se parecía en nada a la actual.
Me impacto, ver tremendo cambio y por un instante sólo pude reconocerlo al escuchar el sonido de su voz que endulzó, después de tanto tiempo, nuevamente mis oídos.
Sentí como si el suelo se movía y perdí entonces la relación tiempo y espacio, por que aunque no parecía ser él, si lo era.
Sólo había cambiado su apariencia, en cambio de vestir esa ropa andrajosa y aquellas desprolijas mechas lucía un impecable traje gris acompañado por un cabello corto.
¡Qué cambio! ¡Qué impacto!
No pude ocultar mi alegría, mientras sentía mariposas recorriendo todo mi ser.
-Perdón, por todo el daño que te causé- me dijo con arrepentimiento, y aún más me enamoró. Tanto que no pudimos dejar de intercambiarnos números telefónicos.
Ya no era aquél estudiante de diecisiete años que improvisaba junto a mí sus primeros besos, ya no era mi aquél primer novio, no.
Era un hombre, un joven hombre volviendo a enamorarme para seguir siendo hasta hoy, mi actual gran amor, veintidós años después.
Lorena
No hay comentarios:
Publicar un comentario